Deconstruyendo una, no tan típica, familia cordobesa

Personajes abúlicos frente al televisor van desgranando una historia familiar que se va construyendo a cada paso. Nos encontramos en una casa constituida básicamente por un modesto comedor conformado por algunas sillas y una mesa, siempre con cerveza y vasos que no dejan de llenarse. Un televisor que marca la omnipresencia de la fuga a la cual se someten permanentemente los personajes que se pierden en él mirando sin ver, como excusa para no pensar ni hablar de aquello que los hace miserables.

Este es el escenario habitado por una familia compuesta por Olga, una mujer depresiva que no deja su casa; Gabi, su hija de 20 años con aparentes problemas de aprendizaje: Javier, hermano de Olga, empleado del cementerio, un personaje frágil, atiborrado de miedos. Mirta, una inquilina (ex novia de Javier) que hace las veces de analista grupal; Ernesto, enfermero amigo de Javier que mantiene una especie de coqueteo (extramatrimonial) con Olga; y el Titi, basquetbolista de escasa estatura amigo de Gabi.

Cada personaje es un compendio de conductas que rozan lo patológico. Peleas que empiezan como juego y terminan como enfrentamiento, intentos suicidas y miedos injustificados que cobran sentido luego de que abruptamente, y como una nota al pie desde fuera de la obra, el personaje de Mirta aclara la realidad que la familia no está manifestando: Olga, Gabi y Javier son hermanos, huérfanos, cuyos padres han desaparecido de una manera que escapa a los fines de la obra. A partir de ahí se hace visible la forma en que han ido emparchando su realidad para sufrir lo menos posible, cosa que finalmente no pueden evitar.

Del otro lado del escenario está el espacio en el que se ve reflejado el interior de algunos de los personajes, sus pensamientos, sus miedos, sus intenciones. Remarcados por una luz cenital. Mientras que en el comedor interactúan alrededor del televisor. De esta manera se da una extraña comunicación en la que el aparato electrónico hace las veces de mediador y de respuesta a preguntas que no siempre fueron hechas.

Una historia interesante con momentos confusos o un tanto inaccesibles. En alguna escena la cantidad de personas no siempre aportan claridad en el desarrollo de la obra. Un drama con giros humorísticos para pensar en la forma en que nos comunicamos y en los recursos que utilizamos para hacer más amena nuestra cotidianeidad.
 
Links: Publicado originalmente en Diario La Opinón

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