El perdón de los pecados

Se presentó la esperada obra del director Rubén Szuchmacher, "La Gracia", con doble función en La Máscara.

(Por Mauro Theler). - En 2008 el Centro Cultural Ricardo Rojas (UBA - Buenos Aires) puso en marcha "Decálogo, Indagaciones sobre los 10 mandamientos". Con la idea de trabajar los 10 mandamientos bíblicos convocando a 10 directores y 10 dramaturgos para que indagaran y produjeran 10 diferentes espectáculos que fueran un reflejo de cada mandamiento. A Rubén Szuchmacher y al dramaturgo Lautaro Vilo, ambos ateos, les tocó trabajar con el primero "Amarás a Dios por sobre todas las cosas". Para el director fue el más complejo ya que los nueve restantes comportan reglas sobre acciones que son más fáciles de resolver en el escenario. Es así que del proceso dialéctico que parte de esta consigna surge "La Gracia".
La obra podría catalogarse como un "unipersonal". Hay dos personajes pero uno de ellos está inmóvil y mudo sobre una cama de hospital vendado de pies a cabeza. El otro es una mujer que lo visita y a partir de su relato se va armando la historia de la accidentada relación entre ambos.
La escena es incómodamente amplia. Abarca todo el ancho de la sala y remarca el espacio que a partir de la luz se hace más grande o más pequeño. Una cama, un biombo, una silla y un tabique parecen resaltar la desnudez del cuadro.
Berta Gagliano es la visitante. Una mujer de mediana edad, soltera, que vive con una tía mayor. Su vida resulta ociosa y vacía, es mantenida por el dinero que envía su padre, que trabaja en el extranjero.
Ella intimida al hombre que esta postrado, aunque su intención es la de perdonarlo a pesar de que es el culpable de un crimen. La actriz nos muestra a una mujer patológica que divagaba con la idea de su suicidio y que luego se reencuentra de alguna manera con Dios. La culpa tan cara al cristianismo parece circular por su cuerpo mezclada con la duda por su cambio de actitud al retirar la denuncia. En su cuerpo se manifiestan con gran carácter inseguridad y rencor que lentamente se transforman en determinación y ternura.
Juan Manuel Torres, el hombre vendado, permanece en la cama durante toda la obra. Algunos gestos a su alcance son los que nos dan poca pero esclarecedora información sobre sus sentimientos: zozobra de pánico al entrar la mujer, esconde la mirada por la vergüenza que le provoca el relato de su propia declaración policial, donde confiesa que comete la violación en el lugar donde acostumbraba a ir con su esposa y mujer fallecida en un accidente.
El texto de Lautaro Vilo devuelve el mandamiento a través del perdón de una mujer que también busca perdonarse a sí misma. De manera paradójica ella fue salvada de cometer un pecado mortal siendo víctima de una violación. Los sucesos posteriores dejaron al atacante como víctima de un motín que lo dejó con más de la mitad de su cuerpo quemado. Es una especie de expiación para dos seres que cometieron pecados llevados por la inercia divina de los actos de vida.
En el cuadro final hay varias referencias al trasfondo teológico de la obra. Ambos se transforman en una sucesión de imágenes fijas que recuerdan a la iconografía pictórica, efecto que es acentuado por la iluminación que nos recuerda el cuidado de los enfermos. Concluye con una especie de opera religiosa que actualiza en el espectador imágenes o situaciones relacionadas a ceremonias, misas o monasterios vistos personalmente o tal vez en alguna película.
Rubén Szuchmacher cumple con algunas premisas del diálogo de la tarde:
"El teatro tiene que ser entendido por el espectador, sino no sirve. Se tiene que trabajar mucho con las ideas de la obra, no para reducirlas sino para saber transmitirlas".

Links: Publicado para Diario La Opinión
          Blog de Rubén Szuchmacher y el  Elkafka espacio teatral
          Foto Alternativa Teatral

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